Presiones y exclusividad
Ésta semana fue, por no decir desastroza, interesante.
Cuando un hombre llega a un punto en la vida, en el que el interés hacia una persona del otro sexo se torna más sentimental que otra cosa, es inevitable que empiece a construir ciertos castillos de naipes imaginarios, cuya altura sólo será limitada por las cicatrices emocionales que lleve encima producto de los derrumbes de previos castillos.
Ésta semana hablé con La Profe un par de veces, y naturalmente la vi en clase, sin embargo desde el comienzo de la semana noté algo particular en ella. Noté que su rostro había cambiado, que su sonrisa no era tan fácil ya, y que hasta su postura parecía forzada por una mochila cuyo peso desconocí hasta hace unos minutos.
Tras ser desechado de sus planes de la semana un par de veces, y luego de notar la frialdad aparente con la que me trataba, hice un último intento por comunicarme civilizadamente con ella. Finalmente, conseguí que me conteste el teléfono y pude arrastrarla a un café.
El resultado: Ella sentía que existía la posibilidad de una relación conmigo, sentía que había una chispa increíble, y que adoraba a Michaela. Pero también sentía que yo llevaba a cuestas una responsabilidad que ella no tenía por qué compartir, que ella era una chica joven, que necesitaba estar rodeada de jóvenes, y salir los fines de semana, y no asumir un rol que por el momento no le correspondía, y que no quería que le corresponda. Sentía que mis llamadas, mis invitaciones posteriores y mi manera de escribirle y tratarla le transmitían una responsabilidad que no había pedido, y que no quería. Ella no quería que yo sintiese que éramos una pareja, o que teníamos una relación. Ella pues, admitió finalmente tiene terror al compromiso, por ligero que sea, y me comentó que era producto de una pésima relación pasada.
Es momentos como éste en los que daría todo por desaparecer de la faz de la tierra a todos los exs.
No puedo ocultar la rabia que me puede producir el hecho de tener que perder a una persona que por un instante alimentó tantas fantasías. Y lo que es peor, darme cuenta que quien alimentó las fantasías fui yo. Las engordé con ingentes cantidades de ilusión, esperanza y hasta de deseo. Porque secretamente, y ya no tan secretamente, me he sentido sólo. Y no lo supe hasta estar acompañado. Y estoy feliz de haber dejado a alguien más entrar en mi vida, permitiéndome descubrir que yo necesito efectivamente a alguien a mi lado, que quizá mi vida sería mejor así. Pero lamento que haya sido una persona que no esté lista.
Y sin embargo, no pierdo el deseo de volver a verla. Sé ahora que la mejor forma de tenerla cerca, es dejarla libre. Quizá su miedo al compromiso se desvanezca cuando ella se dé cuenta que fue ella quien me llamó a mi, quien se acercó. Quizá si dejo que ella dé los siguientes pasos, quizá y podamos superar todo ésto. Que me parece parte de una mala canción de Nacho Vegas.
Definitivamente parte de un verano fatal.
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