Irreductible
Recuerdo la primera vez que vi ésta película. Fue en Montevideo allá por el año 95 aproximadamente. Fue un viaje liberador y loco, financiado por los sueños y los tres mil cachueleos y préstamos que nos permitimos la que fue mi esposa y yo. En ese entonces todavía estábamos llenos de sueños, nos comíamos la vida a manos llenas, y de vez en cuando nos permitíamos enviciarnos con una cucharadita de una u otra cosa prohibida.
Sonaría a abuelo si dijera que lo recuerdo como si fuera ayer, pero tampoco pecaría de mentiroso si lo dijera. Debo más bien decir, que la recuerdo hoy, como si fuese ésta mañana la mañana en la que aspiré el aroma de sus castaños bucles por primera vez a las 10 de la mañana, todavía en cama. En parte, porque cada mañana, veo todavía la misma cabellera, los mismos bucles, y aspiro el mismo aroma en Michaela. Y hay días en los que abro los ojos, y los cierro con vehemencia, tratando de no despertar, tratando de despegar hacia el pasado con furia... hasta sentir que se revuelve y atacar a la enana con cosquillas. Finalmente los abro, y agradezco a Dios que no se parezca tanto a mi.
Me ha gustado la idea de poder compartir en cada post, un video o una imagen con ustedes. Me ha gustado la idea de recordar de ésta forma y registrar mis recuerdos, de poder viajar lamentable y lentamente al pasado por unos minutos, imaginando que el teclado de la computadora suena al "chack, chack" de las antiguas máquinas de escribir que tanta, tanta emoción y ambience le imprimen a las palabras y pensamientos.
No recuerdo al papel, ni a la tinta fresca, y el sonido anestesiado de las teclas de la computadora genera un vacío tan grande en cualquier párrafo, casi irremediable. Necesitaría quizá una máquina de escribir, o pergamino y pluma, cera al final para termina de escribir y describirla a ella. Pero me estoy separando de la idea general. Y me lo permito, porque quizá una de las licencias que más me ha gustado siempre, es la de la idea de poder escribir a borbotones inconclusamente sin saber a qué punto llegar, sorprendiéndome línea a línea sobre el contenido de las mismas, haciendo un psicoanálisis barato tras leerme a mi mismo, dejando que los dedos fluyan descuidadamente, confiando en un gramática regular y en una ortografía nunca producto de la escuela, mas de los libros que siempre dejé tirados debajo de la mesa de noche.
Y ella me recuerda tanto a ella. Y ella es casi ella, con un poco de mi. Y yo soy tanto ella con un poco de ella. Y es tan confuso y armonioso como mirar al pasado con nostalgia, y mirar al futuro con pasión, simultáneamente, cuando miro los ojos hermosos de mi hija. Cuando la veo a ella, a mi y a ella. Cuando nos veo a los tres, en dos. Como un libro de Benedetti en el botiquín del baño.
Finalmente, a lo que iba. A dejar un pedazo más de memoria, a dejarles un fragmento que sí huele a tinta, a papel, a cera, a velas, a noches, besos y vino amargo. A dejarles un pedazo que todavía me emociona, que todavía vive cargado de recuerdos, un fragmento que en casa no puedo ver todavía, porque Michaela es la dueña del control remoto y la ama y señora de los dvds. Los dejo pues, con éste fragmento de "El lado oscuro del corazón".
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